
Ángela & Enrique: A los que creen que las segundas partes nunca fueron buenas
REDACCIÓN BOGA
Hay encuentros que parecen casualidades, pero son, en realidad, obra del destino. En medio de la rutina, puede surgir algo inesperado y mágico: el amor verdadero.
Ángela y Enrique crecieron juntos: mismo pueblo, misma generación y amigos en común. Un primer acercamiento en la adolescencia no funcionó porque, simplemente, no era su momento. Pero, como en las mejores historias, el destino -caprichoso, sí, pero también generoso– les dio una segunda oportunidad.
Siete años después, cuando sus vidas no podían parecer más opuestas –él futbolista, ella estudiante de medicina–, el famoso hilo rojo del destino volvió a entrelazar sus caminos. Esta vez, Ángela lo tuvo claro: “Fue entonces cuando supe que era él. Es algo que no puedes explicar con palabras. Simplemente lo sabes”.
La distancia y el mito de las segundas partes
Primero desmintieron aquello de que “las segundas partes nunca fueron buenas”. Luego, rompieron otro mito: “las relaciones a distancia no funcionan”. Durante tres años y más de ochocientos kilómetros de por medio, su amor sobrevivió a trenes, despedidas y muchas ganas.
Después, cuando la distancia fue más corta, pasaron a ser “novios de fin de semana”. Fue un equilibrio entre entrenamientos de fútbol, guardias interminables y escapadas que siempre merecieron la pena.
Mientras tanto, Ángela llevaba seis años segura de que él era “el elegido”. Pero las bodas no estaban en sus planes, ni soñaba con grandes celebraciones. El amor, sin embargo, siempre sorprende, y fue en Nueva York, con una pedida de película, donde descubrió que decir “sí” también era su destino.
Un jardín en el norte: la magia del Jardín de Carrejo


Ángela lo tuvo claro desde el primer momento: el Jardín de Carrejo era el lugar. Allí donde había jugado de niña, en ese rincón de Cantabria que siempre le recordaría sus raíces. Alfonso, su propietario, aceptó sin dudarlo, y el jardín se convirtió en el escenario de una boda perfecta.
La ceremonia civil se celebró bajo una yuca pie de elefante, decorada de forma delicada y natural por Lucía, de la floristería Rebolledo. El banquete mantuvo ese mismo espíritu: mesas desnudas, jarrones de barro y una explosión de flores naturales que aportaron un aire bohemio y desenfadado. Todo irradiaba una elegancia sencilla, como si la naturaleza misma lo hubiese dispuesto.
El vestido: Marta Martí y los pendientes de su abuela


Ángela buscaba un vestido sencillo, cómodo y que reflejara su esencia. Lo encontró en Marta Martí: un diseño de líneas depuradas, sin estridencias, pero cargado de personalidad. Para completar el look, rescató los pendientes de su abuela, llenos de historia y significado. Un pequeño gesto que la hizo sentirse acompañada y que arrancó lágrimas entre sus seres más cercanos.






Una fiesta de verano iluminada por verbena
La celebración fue un auténtico fiestón. Los Amazing DJs hicieron bailar a todos desde el primer minuto, mientras las luces de verbena transformaban el jardín en un escenario de cuento. La sorpresa de la noche llegó cuando, de forma inesperada, Enrique y sus primos, Pablo y Peru, se convirtieron en los “Backstreet Primos” con un número improvisado que rendía homenaje a la película favorita de los novios. La combinación perfecta de diversión y emoción.




Cuando la noche pedía una pausa, apareció La Burgoneta, una food truck que sirvió hamburguesas y perritos calientes para recargar energías. “Nos salvaron de la peor resaca física; la emocional, esa sí que la vivimos”, recuerda Ángela entre risas.
Momentos capturados para siempre






Para que todo saliera perfecto, Ángela confió en la wedding planner Deva y su equipo de Costa Deriva, quienes cuidaron cada detalle con mimo y dedicación. Además, Toni, de Chachacha Photo, se encargó de inmortalizar cada sonrisa, cada mirada y cada emoción, convirtiendo cada instante en un recuerdo eterno.
Fotografías: Chachacha Photo.
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