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Letizia, el vestido de novia que marcó una boda real

28 May 2022 | REALEZA

Como cabe esperar de la boda de todo heredero a la Corona, su matrimonio es una razón de estado. Si bien la historia de amor de un príncipe y una plebeya no es nueva para las casas reales europeas, Letizia era una periodista divorciada con un pasado inadecuado para el papel de princesa.

El ahora rey Felipe, nueve meses después de haber anunciado su ruptura con Eva Sannum, se había enamorado a primera vista de una nueva cara de los informativos de TVE cuando cubría la información sobre  la catástrofe ecológica del petrolero “Prestige” frente a las costas de Galicia.

Y así comenzó su historia de amor, de la que los españoles se enteraban asombrados cuando ‘El Periódico de Catalunya’ y Telemadrid  desvelaron de forma despiadada el gran secreto de la Casa Real, adelantando todos los acontecimientos. El heredero al trono, Felipe, Príncipe de Asturias, tras un año de noviazgo secreto se iba a casar con la presentadora de noticias de la televisión española divorciada, Letizia Ortiz Rocasolano.

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El 22 de mayo de 2004, Madrid amaneció con un cielo alicaído, plomizo y lluvioso. La sociedad española, aún abatida por los atentados más violentos de su historia, se debatía entre el ambiente de festividad propio de la primera boda de Estado después de un siglo y el desencanto de acatar a una princesa con un perfil que no para todos era el más apropiado.

La catedral recibió a 1.600 invitados. Se instalaron enormes pantallas de televisión en la ciudad para que el público siguiera la ceremonia y millones más vieron la ceremonia a través de televisión. La última vez que tantos dignatarios y representantes de las familias reales se habían reunido habia sido en Reino Unido, con motivo del matrimonio del príncipe Carlos y Diana. Esta vez era en la Catedral de Santa María la Real de la Almudena donde se volvían a encontrar para presenciar otro enlace.

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A pesar de que la puntualidad se considera cortesía de los reyes, la novia llegó a la Almudena con 15 minutos de retraso. Ante los ojos de 1400 invitados, Letizia -visiblemente nerviosa- hizo su entrada del brazo de su padre bajo los acordes del “Allegro” del “Concierto para órgano y orquesta op. 7 nº 3” de Händel.

El vestido, uno de los secretos mejor guardados, resultó ser el más austero de la realeza europea, pero no por ello dejó de sorprender gracias a su gran belleza y simbolismo.

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Diseñado por el modisto español Manuel Pertegaz en su atelier de Barcelona fue realizado en seda natural de un color blanco roto con bordados en hilo de plata y oro que ilustraban espigas de trigo (símbolo de fertilidad, abundancia y vida) y lirios (símbolo de la Casa de Borbón).

Presentaba un cuello alto distintivo y mangas largas, así como una larga cola de 4,5 metros y un perímetro de 16 metros, zapatos de la firma Pura López y un abanico de la colección familiar del siglo XIX.

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El velo de organza, también bordado a mano con los mismos diseños florales que el vestido, fue un regalo de su futuro esposo. Para comletar el look, la reina Sofía, quien personalmente aprobó la unión, le prestó a Letizia la Tiara Prusiana de estilo imperio -inspirada en el arte helénico- que ella llevó en su boda, en 1962.

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Como pendientes llevó dos aretes de platino con seis diamantes talla pera engarzados, regalo de los reyes después de su compromiso con el entonces Príncipe de Asturias, además de su alianza de boda y su anillo de pedida realizado en oro blanco y brillantes en baguette por la joyería por Suárez.

El ramo tipo cascada incluía rosas isabelinas, de la variedad vendela, lirios (flor ligada históricamente a la dinastía de los Borbones), flor de manzano (en claro homenaje al Principado de Asturias) y, finalmente, flor de azahar, como recuerdo a la Condesa de Barcelona y doña María de las Mercedes de Orleáns y Borbón.

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Cumpliendo con la tradición, una vez finalizada la ceremonia, los novios se dirigieron a la Real basílica de Nuestra Señora de Atocha -lugar de culto de los Reyes de España desde hace siglos- para depositar en un improvisado altar, el ramo a la Virgen de Atocha, una imagen bizantina del siglo VII de apenas 60 cm que ha sobrevivido a toda clase de incendios y saqueos.

Como complemento del atuendo de la ya Princesa de Asturias resaltaba un abanico con varillas de nácar y encaje de Bruselas de finales del siglo XIX, adquirido en la madrileña Casa de Diego, fundada en 1823.

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