Raquel & Julio. El embrujo de lo agreste

22 Mar 2024 | UNIVERSO BOGA

Aunque Julio vivía en Madrid y Raquel en A Coruña, el destino les tenía preparado un encuentro sorprendente a finales de septiembre de 2012 en Vitoria. Ambos estaban en la ciudad por trabajo, y la casualidad hizo que se cruzaran. Desde el primer momento, sintieron una conexión especial. Al volver a sus ciudades, comenzaron a hablar sin parar, compartiendo pensamientos, sueños y risas día tras día. Cuando se reencontraron en Santiago de Compostela, el amor que estaba naciendo entre ellos floreció por completo, sellando así el inicio de una historia de amor que desafiaba la distancia y conquistaba sus corazones.

La pedida de mano fue muy emotiva y original. Julio escribió un libro con sus primeros mensajes, mostrando cómo nacía su historia de amor. Al final del libro, le pidió a Raquel que se casara con él. Ella, sin dudarlo, dijo que sí. La fecha elegida para su boda fue el 31 de agosto de 2013, en la misma ciudad donde comenzó todo: Santiago de Compostela.

No solo buscaban un lugar, sino que deseaban que la ceremonia y el banquete se celebraran en un entorno natural. Rebeca Senra, la Wedding Planner en la que confiaban como era de esperar, encontró en el Pazo de Faramello el lugar natural y arquitectónico perfecto.

El dress code masculino fue esmoquin o traje oscuro y pajarita. Julio se decantó por el elegante esmoquin clásico.

Para Raquel, ser la novia y a la vez la diseñadora de su propio vestido, la tarea se volvía compleja. Se volvía más exigente, surgían dudas y se valoraba la incorporación de innovaciones. Sin embargo, el diseño estaba en algún rincón de su mente. No deseaba el tradicional vestido de novia; le gustaban los minivestidos y las combinaciones de tejidos. Quería que fuese largo y vaporoso. Así que pensó: ¿por qué no unirlo todo? Durante la ceremonia, los aperitivos, el banquete y la primera parte del baile, lució el vestido completo. Pero cuando sirvieron la cena buffet, se quedó solo con el **vestido corto de lentejuelas irregulares, tipo nácar, con un tono entre dorado y plateado. Para lograr un efecto etéreo, eligió una muselina de seda, potenciándola con las piezas que conformaban la falda.

Los zapatos tenían que ser de color marfil. En Brancucci encontró aquellos con los que tanto había soñado. En cuanto a las joyas, la novia llevó el anillo de pedida, un solitario de brillantes y platino que sería su objeto nuevo siguiendo la tradición nupcial; como algo prestado, una pulsera de oro de su madre que llevó el día de su boda y como algo usado, sus pendientes fetiche que lleva casi a diario.

El estilismo estaría a cargo de Silvia & Guy.

Esa calurosa mañana, Julio llegaba a los jardines del pazo donde se celebraba la ceremonia del brazo de su madre y Raquel con su padre, los invitados les esperaban bajo sombrillas estilo japonés.

La ceremonia oficiada por Concepción Conde estuvo cargada de romanticismo y emotividad con palabras dedicadas por amigos mientras se escuchaban temas con un significado muy señalado: Boig per tú, Stairway to Heaven, entre otros.

Para el banquete, escogieron a Siro González. A los novios les encantó la calidad de sus materias primas, su forma de presentarlo, de cocinarlo y su atención a cada detalle.

La mesa imperial estaba decorada con un centro de mesa a modo de guirnalda. Todos los meseros, minutas, planos e incluso las invitaciones de boda fueron diseñadas por la propia Raquel, ya que había hecho con anterioridad trabajos de diseño gráfico, ilustración y acuarela.

En lugar de los habituales novios, después de cortar la tarta, entregaron a Mercè, la hermana de Julio, y su novio, y a sus amigos Alberto y Yago (que fueron los encargados de hacerles el estupendo vídeo de la boda) unas tazas de Mr. Wonderful con el texto “Juntos es mejor y casados ni te cuento”.

Para finalizar el gran día, los novios cantaron Come what may, de la banda sonora de Moulin Rouge.

Nueva York fue la ciudad elegida para la luna de miel. Escogieron un apartamento durante 12 días en Hell’s Kitchen para disfrutar de la vida de la Gran Manzana, una metrópoli que tenían ganas de conocer y les encantaba.

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