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Sarah Spencer & Neil Edmund Mccorquodale. La historia podría haber sido muy diferente… Pero ganó el amor
¿El destino está fijado o lo creamos con nuestras decisiones?
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Sin embargo, el destino, siempre caprichoso e impredecible, hizo que en 1977 Carlos fuese invitado por Lady Sarah a una caza de faisanes en Althorp, la finca familiar de los Spencer, donde conoció a Diana, una estudiante de 16 años que se enamoró profundamente al ver al deseado soltero real paseando con su labrador a través de un campo arado, armas, batidores y perros a su alrededor.
En febrero, Sarah había acompañado a Carlos en un viaje de esquí a Klosters, Suiza, donde la prensa los descubrió y les siguió; Sarah entabló amistad con dos periodistas (Nigel Nelson y James Whitaker) y, de vuelta en Londres, les brindó en un almuerzo, declaraciones en las que confesaba haber padecido anorexia a los 20 años, mantenido “miles de novios”, un pasado con problemas de alcohol y que había comenzado a crear un álbum de recortes sobre su romance con Carlos para mostrar a sus futuros nietos. “Su intención estaba centrada en las apariciones públicas”, comentaron más tarde los dos reporteros.
Para añadir más, declaró que no estaba enamorada: “No hay posibilidad de que me case con el Príncipe Carlos. Es una persona maravillosa, pero no estoy enamorada de él, y nunca lo haría. No me casaría con alguien a quien no amara, ya fuera un recolector de basura o el rey de Inglaterra. Si me lo pidiera, lo rechazaría. Carlos es un romántico que se enamora fácilmente. Pero puedo asegurarte que, si hubiera habido algún compromiso entre Carlos y yo, ya habría sucedido. Soy una mujer de acciones concretas que no le atrae un cortejo prolongado y lento. Nuestra relación es totalmente platónica.
Carlos, como era de esperar rompió la relación con una “frialdad mortal”: “Acabas de hacer algo extremadamente estúpido” y Sarah fue “excluida del séquito real”.
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En julio de 1980, Carlos se reencontró con Diana en una barbacoa de fin de semana en la casa de Philip, un amigo común, en Sussex. Esta vez, ella pareció una opción prometedora para un matrimonio real, que, efectivamente, tuvo lugar al año siguiente. Cuando los periodistas le preguntaron, Sarah Spencer respondió con un toque de ironía: “Lo sé. Yo los presenté. Soy Cupido”.
Sarah finalmente se casó con Neil Edmund McCorquodale, un distinguido terrateniente y ex oficial de la Guardia Coldstream, miembro de una prestigiosa familia escocesa. A pesar de su carácter reservado y tranquilo, y su agudo sentido del humor, era el contraste perfecto para la temperamental Sarah.
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Lejos de la fastuosa boda de su hermana, la ceremonia resultó ser íntima y sencilla en la pequeña iglesia de Santa María, situada cerca de Althorp, propiedad de los Spencer. La novia escogió un elegante vestido de encaje de cuello alto, un ramo de flores blancas, y coronada por la célebre tiara Spencer, una joya creada por Garrards, en 1919, adornada con flores estilizadas engastadas con diamantes sobre monturas plateadas, una reliquia que ha sido un regalo de bodas en la familia.
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En la actualidad, la pareja tiene tres hijos: Emily Jane, Celia Rose y George Edmund.
“Qué hubiera pasado si…” no es solo una pregunta, sino una invitación a reflexionar que se puede huir del destino… pero siempre te estará esperando en la meta.
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